top of page
Buscar

La envidia: Una mirada desde la neurociencia

La envidia es una emoción que las personas solemos negar, ya que suele ser dolorosa y desagradable. Es caracterizada por sentimientos de inferioridad, hostilidad y resentimiento y es causada por algún atributo deseado que vemos en otro. En términos generales, la envidia se da por la comparación que hacemos de nosotros mismos con los demás, dando pie a una respuesta negativa ante las circunstancias que percibimos como adversas, donde por lo general se reprime la ira. La envidia se caracteriza por conllevar sentimientos de merecimiento e injusticia. Asimismo, la envidia reafirma al yo herido ante sí mismo y ante los demás, provocando frustración.


La envidia es un proceso emocional aprendido a temprana edad, marcado por la cultura y la sociedad; detonantes de la competitividad y el conflicto de rivalidad interno y externo. El contexto se convierte en un espacio simbólico cuyo rol se marca de acuerdo con el estímulo percibido, generando respuestas que se dan en la forma en que la persona percibe al mundo y se percibe a sí mismo. La paradoja es que envidiamos a las personas que admiramos; si no hay admiración por el otro, el nivel de envidia no es tan fuerte, ya que la persona que envidia intenta superar y compensar sus carencias.


Si la experiencia de ver los logros y avances del otro se viviera desde la empatía y no desde la competencia, se generaría orgullo en uno por el logro del otro, prestando a procesos de adaptación en el individuo enfocados al mejoramiento, crecimiento y adaptación. La envidia está detrás de procesos neuróticos y podría escalar a trastornos de la personalidad específicos.


En el ámbito de las neurociencias se ha observado que la envidia cambia notablemente los niveles neuroquímicos en el cerebro, generando incrementos en la liberación de adrenalina y de cortisol, aletargando la activación de las neuronas espejo y generando cierto tipo de alexitimia en la persona. Los sentimientos de envidia estarán relacionados con el giro del cíngulo, la corteza orbitofrontal, la ínsula, la amígdala, el hipotálamo y el tallo cerebral.

El sistema límbico constituye la región dónde se generan las respuestas a los estímulos emocionales. En este sistema se encuentran los centros de recompensa y castigo y es justo en este sistema cerebral donde se encuentra el giro del cíngulo el cual controla la parte de las funciones afectivas y cognitivas.La persona que siente envidia, aumentará la actividad en el giro del cíngulo, dándose una disonancia cognitiva y generando también ansiedad, ya que las creencias y actitudes entran en conflicto. Así también las pérdidas relativas estarán relacionadas con esta estructura. La amígdala se encontrará secuestrada, dando una respuesta automática y una reacción desproporcionada desde la mente.


El placer de ver fracasar a la persona que se envidia genera una descarga de dopamina que reactivará los centros del placer del cuerpo estriado ventral, la cual es una estructura importante para el control de la motivación de las emociones y el desarrollo cognitivo. Por otro lado, la corteza orbitofrontal, involucrada en la ordenación de la conducta que busca adecuar los impulsos a la realidad más aún, estará relacionada con la planificación, regulación de emociones y de la conducta social. Esta estructura cerebral se neutraliza cuando se suscita la envidia; dándose una falsa interpretación, reduciendo la objetividad y la empatía y generando malestar y sufrimiento. La relación entre la corteza orbitofrontal y el estriado ventral, dará curso a la obsesión que estará retroalimentada directamente al fenómeno proyectivo.


La ínsula a su vez, juega un papel importante en la experiencia de dolor y de emociones como el odio y el disgusto, recibiendo aferentes de las vías del dolor y procesándolo como si fuera un dolor moral.


Ahora bien, las ganancias absolutas y relativas que se generan en procesos de envidia también se asocian a una actividad reducida de la ínsula generando por consecuencia poca empatía. Será de suma importancia poner atención a los síntomas físicos que tienen que ver con esta emoción.


Gracias a Jankowski y Takahashi en el 2009, sabemos que la envidia es medible y cuantificable por métodos de neuroimágenes que permitieron revisar la actividad cerebral ante este fenómeno. Eventualmente este proceso puede revertirse de manera biológica y mental, creando nuevas redes neuronales por medio de la reconexión de las estructuras anteriormente mencionadas.


Hagamos uso de nuestra corteza prefrontal, poniendo atención en nuestro sistema de creencias y de falsas expectativas, ya que éstas influyen en la interpretación que le damos a los eventos que suceden. En esta misma estructura cerebral se encuentra la voluntad, la cual es de suma importancia para lograr nuestros propósitos y darle un sentido genuino a las cosas que hacemos. Podemos recodificar nuestro diálogo interno haciendo uso de la aceptación incondicional de nuestras emociones poco placenteras. La meditación ya sea de manera formal o informal puede ayudarnos a reconectar y lograr el equilibrio de nuestras funciones.


Fomentemos la neuroplasticidad neuronal aprendiendo a conectar con nosotros mismos y con los demás de manera empática, creando relaciones reales, íntimas y profundas donde existan intereses comunes. De este modo, nuestro hipocampo creará nuevos recuerdos basados en experiencias positivas. De manera análoga podremos apreciar lo que somos y lo que tenemos y por medio de la gratitud daremos paso a emociones placenteras en el momento presente.


Finalmente, el ejercicio físico también es una herramienta importante, ya que ayuda a que liberemos norepinefrina, serotonina y dopamina en el cerebro, siendo esto muy similar a la medicación psiquiátrica. Para realizar cambios no basta con saber algo conceptualmente, necesitamos practicarlo y decirlo las veces que sea necesario, ya que la repetición es la clave para crear nuevos hábitos y por tanto nuevas redes neuronales.




114 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page